—.¿Debemos ver el fenómeno del consumismo individual como la verdadera manifestación de la sociedad cubana de estos tiempos? ¿Acaso es una manera más de enajenarnos en el camino a la construcción de una sociedad más justa? ¿Estarán divorciadas la política cultural con los ajustes de la política económica del Estado?—.
Más que calificar a la cultura que es consumida por el pueblo, deberíamos dedicarle esfuerzos al estudio de las manifestaciones del que consume cultura. Cuáles son las causas, por ejemplo, de que a más de 90% de la población cubana prefiere la televisión, o ser más participativa que productora de actividades culturales. Porque en esa actitud, se pone en evidencia lo que está en el trasfondo del asunto.
Ver televisión no es dañino, como tampoco lo es no asistir a los actos públicos. Pero el desequilibrio sí lo es. Y cuando caemos en una adicción estamos negando que en el mundo existen dos campos de fuerzas, como quería la Gestalt, y que tan importante son el uno como el otro. Ver televisión, y además salir a compartir con los amigos a una tertulia o peña. Todo en sana relación.
Desde el extremismo se tiende a incomunicar. Y si algo especial tiene el Ser Humano, es su capacidad de comunicarse. Porque no depende de una sola forma; su abanico de posibilidades para hacerlo supera la de cualquier ser vivo sobre la faz de la tierra.
Ampliar el estudio en esta arista poco explorada, devendría, creo yo, en una visión mucho más profunda de esa problemática que lleva años en la palestra pública, ganándose una adición sin respeto a la decencia ni a los esfuerzos de los hombres que piensan la cultura.
Que el pueblo cubano sea un consumidor de cultura(s) por excelencia, nadie lo duda. Pero analizar un fenómeno que está ocurriendo de manera global en toda la isla y a un nivel que ya es un Hecho Social, a decir de Emile Dukheim, es mucho más rico y productivo si de verdad queremos materializar la política cultural vigente.
Me refiero a la forma individualista de consumir cultura.
La conocida Magda Rezik, investigadora y conductora de programas, decía algo sobre esto que me llamó poderosamente la atención, pues el fenómeno ya se ha convertido en una forma de cultura, teniendo en cuenta el concepto más generalizado de la misma, como todo lo que ha salido de la mano e intelecto del hombre.
Magda se refiere a que el cubano se ha dejado llevar por una manera solitaria de acercarse y disfrutar de la cultura, perdiendo todo sentido de colectividad.
¿Desde cuándo el individualismo se ha apoderado del alma del cubano? ¿Éramos así antes del periodo especial, por ejemplo? Como todo organismo, el suceso social pasa por diferentes etapas que van desde el comienzo, la madurez y el término del ciclo. Si esto es cierto, habría que preguntarse y buscar respuesta a, ¿en qué etapa se encuentra esta manera enajenante de consumir cultura?
Para luego sacar otras interrogantes que esperan respuesta. ¿Será posible revertir el proceso? ¿Cambiando las variables se podría alterar el producto para nuestro beneficio?
Y muchas otras interrogantes que se me ocurren, que me dejan solitario encima de este teclado sin poder hallar una gota de optimismo.
Sólo respondiendo las preguntas, y practicando las respuestas, pasaríamos, creo yo, a una siguiente fase del suceso que tanto me preocupa y que, de alguna manera Abel Prieto, asesor cultural de nuestro presidente Raúl Castro, reconoce como un «humanismo que está de capas caídas».
Si algo ha cambiado en el cubano de hoy, valoro yo, es su participación de eso que Calviño llama «el ser ciudadano». Que no es más que ser un habitante que vive y se preocupa por su ciudad, por su entorno. Que multiplica los panes y los peces en pos del bien de sus coterráneos. Si entendemos la «ciudad» como algo hecho por el hombre, el escenario donde genera, consume y transforma cultura, no es de extrañar entonces que haya verdadero consumismo individual.
Como una pandemia, afecta al sujeto en toda su manifestación; le arranca la esencia por la que fue creado y puesto en esta tierra: la colectividad; le embota los sentidos haciendo que pierda los deseos de transformarlo todo; lo deja escéptico y hasta mal intencionado, volviéndolo un peligro.
La vieja pero nunca gastada fórmula de que lo social hace en el hombre y el hombre hace en lo social, se cumple aquí a la cabalidad. Lo sensato es atajar el fenómeno y subvertir ese orden artificial por el que en verdad queremos.
Debatirnos ahora y en unos cuantos años más, sobre qué tipo de cultura consume el cubano es una pérdida de tiempo, creo yo. Suponemos que estamos hablando de arte, trivial e insípido arte, pero la cultura no sólo es producto artístico. Si es todo lo que hace el hombre, entonces hablar o manifestarse como cubanos también es cultura. Y si no nos manifestamos en público, si no hablamos con nuestros semejantes, si no asistimos a la proyección de una película en la sala de video o en el cine ¿qué está sucediendo?
Creo que lo mejor sería enfocarnos hacia lo que nos ha convertido en individualistas. Juntos psicólogos e intelectuales, conformar estrategias que convidan al hombre a regresar a su entorno poblacional. Y que consuma lo que quiera, pero siempre acompañado, mirando el futuro como resultado de lo que hace hoy. Retomar, por ejemplo, lo hecho en aquellas primeras etapas de la Revolución en la que se hizo necesario convencer a la población rural de que viniera a vivir a la ciudad, y que costó trabajo.
A mi juicio, la transformación sucede desde el mismo anuncio del periodo especial. Mucho se ha escrito sobre este tema, y creo que algunos intelectuales lo han manifestado. No tengo ahora mismo las fuentes, pero sí me parece que no se le dio la suficiente importancia al asunto. Y considero que el origen está en lo que generó ese periodo, y que fue una sensación de abandono, de estar desprotegido, que consiguió activar un mecanismo de defensa.
Pero todo se me queda en la simple especulación.
Un riesgo importante que veo yo y que corre la política cultural de estos tiempos, es el no aparejarse a la nueva ola de ajustes de la política económica del Estado, y que tocan a sus individuos. Porque podría estar satisfaciendo las necesidades individuales y no las colectivas. Aunque, claro está, no olvida que si tocamos a un sujeto, tocamos también a su grupo de pertenencia, y a su vez, a una buena parte de la sociedad.
Tal vez estamos ideando una política cultural que añora el pasado más reciente del cubano. Digamos, de los años 70 y 80, que aunque con bastantes descalabros, fue rico en colectividades. Y nos estamos olvidando que los aires han cambiado, pero muy duramente. Casi para sacar la otra cara de la moneda. Es un tema bien interesante. Deberíamos consumirlo un poco más.
Por: Vasily M. P.
Villamar El portal de la cultura Avileña