Por: José Martin Suarez, Historiador de Patrimonio.
Desde el amanecer del 5 de enero de 1959, el pueblo de Ciego de Ávila compartía con los Barbudos de la Sierra Maestra y todos preguntaban y querían ver a Fidel, pero cuestiones trascendentales para el curso inmediato de la Revolución requirieron que el máximo líder permaneciera gran parte de aquel día en la ciudad de Camagüey para contactar con el recién constituido Gobierno que ese día se trasladaba en avión desde Santiago a La Habana. El encuentro se produjo cerca de las tres de la tarde y es la razón que explica porque el líder de la Revolución no pudo entrar al frente de la Caravana a la ciudad avileña. Miles de personas, de todas las edades, acudían a la Carretera Central, desde la entrada de Camagüey hasta la salida hacia La Habana; y a calles y solares cercanos para apreciar los diversos vehículos y equipos militares de la Caravana, allí estacionados y abrazar a los valientes Barbudos, retratarse con ellos, llevarles alimentos, pedirles balas como recuerdo e invitarlos a sus casas.
No fue hasta la tarde noche que arribó el Comandante a la ciudad. Durante el trayecto hizo breves paradas, entre ellas en explanadas existentes en la loma del aeropuerto y delante del hoy bar-cafetería Bahía, interesándose por el estado técnico de vehículos de la Caravana y la situación de sus integrantes A la casa ubicada en la calle Cuba 108 (Este), entre Martí y Narciso López, arribó el máximo líder de la Revolución en un automóvil marca Chevrolet, de 1957, color rojo, manejado por Alberto Vázquez. Fidel y Celia venían en el asiento delantero, él a la ventanilla y en la parte trasera Augusto Martínez Sánchez, Calixto García y José Quevedo. La vivienda era propiedad de María Luisa Domínguez quien los atendió personalmente. El lugar era de la plena confianza de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y de la Resistencia Cívica. Allí había permanecido varios días, a finales de la dictadura batistiana, Pastorita Núñez, cuando enviada por Fidel cobró el impuesto de guerra a latifundistas y ganaderos en las tierras avileñas, misión en la que participaron varias mujeres de la Resistencia de Ciego de Ávila, entre ellas la propietaria de la casa. El Comandante en Jefe realizó desde aquí varias llamadas telefónicas a otras ciudades para informarse de lo que acontecía e impartir orientaciones. También la dueña facilitó alimentación a la comitiva y un tanque de 55 galones lleno de gasolina, el que se transportó en un jeep. En horas de la noche continuó la marcha triunfal de la victoria con rumbo al occidente del país. Fue una jornada memorable que guarda con celo y amor la memoria histórica de Ciego de Ávila y su pueblo revolucionario.
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